El elixir de sulfanilamida
NUEVO ARTÍCULO DE FARMACOTERAPIA
El 22 de octubre de 1937, el doctor A.S. Calhoun, un médico que ejercía en Covington County, EE. UU., escribió la siguiente carta:
Cualquier médico que haya practicado la medicina durante un cuarto de siglo, está familiarizado con la muerte. Pero haber causado la muerte debido a la inocente prescripción de un medicamento, a seis de mis pacientes, uno de ellos mi mejor amigo, me ha ocasionado días y noches de agonía mental y espiritual; nunca pensé que un ser humano podría sobrevivir a dicha situación. He vivido horas en laS que deseaba morir para que esa agonía desapareciera.
La medicina que mató a los pacientes del doctor Calhoun fue el elixir de sulfanilamida. La tal medicina ocasionó más de 100 muertes en 15 estados de los EE. UU., entre septiembre y octubre de 1937. Este dramático acontecimiento reforzó la autoridad del organismo regulador de los medicamentos y alimentos en Estados Unidos (Food and Drug Administration, FDA), con el apoyo de una ley del Congreso, llamada Food, Drug and Cosmetic Act, aprobada en 1938.
Antes de que se fabricara el elixir ya se disponía de comprimidos y polvo de sulfanilamida, preparados que demostraban una extraordinaria eficacia y seguridad para la curación de infecciones estreptocócicas. En junio de 1937 un comercial de la empresa Massengill Co., ubicada en Bristol, Tennessee, informó a su compañía que en los estados del sur había demanda de una formulación liquida de sulfanilamida para administrar a bebés y niños pequeños. El director del departamento de química y farmacia, Harold Cole Watkins observó experimentalmente que la sulfanilamida se disolvía bien en dietilenglicol. El laboratorio de control examinó la solución que resultó poseer un aspecto y fragancia satisfactorios, con sabor a frambuesas. Inmediatamente, la compañía envió 633 pedidos a todo el país. Por entonces, las leyes sobre el control de alimentos y medicamentos no exigían pruebas de toxicidad. Por tanto, Watkins no se dio cuenta de que el solvente utilizado, dietilenglicol, era un anticongelante altamente tóxico cuya ingestión podía producir la muerte.
Los primeros envíos del elixir se efectuaron a principios de septiembre y, tan solo un mes más tarde, la Asociación Médica Americana (AMA) tuvo conocimiento de que un preparado de sulfanilamida poco conocido estaba produciendo la muerte de los pacientes que lo ingerían. El análisis del elixir identificó al dietilenglicol como causante de los fallecimientos. Cuando la FDA fue informada del problema por la AMA, movilizó a sus 239 inspectores y químicos, para visitar las farmacias y médicos de los estados a los que se habían enviado el elixir, con el fin de recuperarlo. Por su parte, la empresa envió más de 1000 telegramas a sus comerciales, médicos y farmacias exigiendo imperativamente que se recogieran todos los envases del elixir dispensados. El producto puede ser un riesgo para la vida, decían los telegramas. Las emisoras de radio y los periódicos también anunciaron insistentemente el riesgo de tomar la medicación. Tras este amplio despliegue de medios, la empresa recuperó la mayor parte del elixir distribuido; pero la pequeña parte que se había prescrito y dispensado, ocasionó más de un centenar de muertes, algunas de niños con pocos días o semanas de edad. La indicación de sulfanilamida era correcta, faringitis. Estos niños de 7 a 21 días de edad sufrieron síntomas típicos de fracaso renal, con anuria, dolor abdominal intenso, náuseas, vómitos, estupor y convulsiones.
En 1937 ya había artículos científicos que demostraban el efecto letal del dietilenglicol. Por ello, un sencillo experimento en animales habría descubierto el efecto nefrotóxico del elixir de sulfanilamida, asociado a su solvente dietilenglicol. Sin embargo, no se revisó la literatura ni se hizo el experimento. Pero como en 1937 la ley no prohibía la venta de sustancias no estudiadas experimentalmente, incluso con gran potencial tóxico, amparándose en ella, Samuel Evans Massengill, el propietario de la compañía, hizo la siguiente declaración:
Mis químicos y yo lamentamos profundamente los fatales resultados de la ingestión del elixir; sin embargo, considero que no hubo error en la fabricación y distribución del elixir de sulfanilamida. Lo hicimos para cubrir una demanda profesional legítima, sin que nadie pudiera predecir los resultados. No creo que hubiera una falta de responsabilidad por nuestra parte.
El director químico, doctor Watkins, no pareció compartir el contenido de las declaraciones de su jefe, pues se suicidó. Dos años antes de la tragedia estadounidense, trabajando con colorantes, Gerhard Domagk sintetizó el prontoril rojo, un profármaco que, administrado in vivo, liberaría la sulfanilamida, que resultó ser un potente inhibidor del crecimiento bacteriano. Este efecto pronto sería conocido mundialmente pues demostró su eficacia en el tratamiento de la faringoamigdalitis y otras infecciones. Pronto se sintetizaron múltiples derivados y fue especialmente interesante la sinergia antibacteriana de la asociación trimetroprima-sulfametoxazol. Sin embargo, con los años, la emergencia de crecientes resistencias bacterianas y la aparición de más y más antibióticos eficaces, reducirían las indicaciones de las sulfamidas en infecciones contadas, por ejemplo, la infección respiratoria por nocardia o las quemaduras infectadas (sulfadiacina de plata por vía tópica).
Fuentes:
- Carol Ballentine, FDA Consumer Magazine, junio 1981.
- Rang and Dale. Farmacología. 7º Ed., Elservier España, 2012.
Preguntas de estudio:
1. El elixir de sulfanilamida produjo la muerte de más de un centenar de personas. (V)
2. Las muertes se debieron al solvente dietilenglicol, y no a la sulfanilamida. (V)
3. El prontosil rojo que descubriera Gerhard Domagk poseía actividad antibacteriana in vitro. (F)
4. El prontosil rojo, administrado in vivo, se comporta como un profármaco que libera el compuesto antibacteriano activo, la sulfanilamida. (V)
5. Las bacterias rara vez desarrollan resistencias frente a las sulfamidas. (F)
6. La asociación trimetoprima-sulfametoxazol posee efectos antibacterianos sinérgidos. (V)
Antonio García García
Catedrático emérito UAM
Presidente de la FTH